miércoles, 15 de septiembre de 2010

La h

Ajolote, espero que esto responda, al menos en parte, tu pregunta:


El principio de pronunciación y los grandes cambios fonológicos producidos en el español durante los siglos XVI y XVII
El gramático y lexicógrafo Elio Antonio de Nebrija, en la Gramática castellana (1492) y en las Reglas de Ortographía (1517), defiende una ortografía basada fundamentalmente en el principio de pronunciación argumentado por el retórico latino Marco Fabio Quintiliano: se debe escribir como se habla. A fines del siglo XVI, Juan López de Velasco propone un sistema en el que se aúnan los principios de pronunciación, uso y razón.
En el siglo XVII, en que se consuman los grandes cambios fonológicos del español, surgen importantes intentos reformistas basados en la pronunciación, y otros intentan armonizar los principios de pronunciación, uso y etimología.
Las ideas de López de Velasco y, sobre todo, de Juan de Palafox y Mendoza, autor del Breve tratado de escrivir bien y de la perfecta ortographía (1662), tienen una importante repercusión en el siglo XVIII, cuando se fija definitivamente la ortografía del español, salvo algunos pequeños cambios realizados más tarde. Entre los defensores de combinar los tres principios, destaca la Real Academia Española, cuya defensa de principios presenta el siguiente orden: pronunciación, etimología y uso.
Asimismo debe tenerse en cuenta que, durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, hay numerosos intentos de imponer un sistema ortográfico más acorde con el principio de pronunciación, pero, poco a poco, la Academia va ganando prestigio hasta imponer sus criterios. Además, el enorme peso de la Real Academia Española y el ser la escritura un hecho social profundamente condicionado por el uso y la costumbre determinan el fracaso de cualquier intento de reforma radical.


La hache, ¿“signo ortográfico ocioso”?
En el siglo XX, se producen diversos intentos por lograr una mayor simplificación de nuestro sistema ortográfico, el cual aún posee notables desajustes. Destaca en este proceso Julio Casares, alma de la última revisión importante iniciada por la Academia en 1951, que culminó con la publicación en 1958 de las Nuevas normas de prosodia y ortografía. En las Nuevas normas de prosodia y ortografía, declaradas de aplicación preceptivas desde el 1 de enero de 1959, la Academia sigue considerando que los tres principios fundamentales de la ortografía española son “[…] la pronunciación de las letras, sílabas y palabras, la etimología u origen de las voces; y el uso de los que mejor han escrito”. Al mismo tiempo dice que si “[…] la ortografía española se ha mantenido relativamente cerca de la pronunciación real […], existen diferencias entre una y otra, motivadas por la evolución fonética del idioma, por sus variantes geográficas y por la misma tradición ortográfica. Así la h, que en otro tiempo fue aspirada, carece hoy de valor fonológico y no es más que un signo ortográfico ocioso, mantenido por una tradición respetable”.


Desajustes entre el sistema de la escritura y sistema de la lengua
El sistema de la escritura representa al sistema de la lengua, y, por tanto, las letras o grafemas ―unidades mínimas e indivisibles de la escritura— de las escrituras alfabéticas sirven para reproducir los fonemas —unidades fonológicas mínimas― de sus lenguas. Ambos, grafemas y fonemas, forman grupos cerrados, limitados en número. Entonces, si bien con grafemas se transcriben los fonemas en la escritura, y a cada fonema le corresponde en la escritura una letra y solo una, de acuerdo con el principio fonético al que procura ceñirse la lengua española, debido a desajustes en el sistema, el número de fonemas y el de grafemas no siempre coinciden. Las causas de estos desajustes deben ser buscadas en la historia de la lengua: los sonidos de la lengua evolucionan y cambian, mientras que la escritura permanece más o menos fija y tarda en ajustar la representación de los nuevos sonidos, o se carece del signo adecuado (como en el caso de la historia de la ñ), o se desea mantener alguna letra como recuerdo histórico (como en el caso de muchas de nuestras haches iniciales), etcétera. Así, por ejemplo, si bien, en el español actual, la h no representa sonido alguno, hasta mediados del siglo XVII sí se pronunciaba con aspiración.


La letra h
En líneas generales, puede decirse que la h, novena letra del abecedario español, carece de correspondencia fonética, y las palabras que la tienen se pronuncian como si no existiera. Como lo señala la Academia, “no representa, en el español estándar, ningún sonido, aunque hasta mediados del siglo XVI se pronunciaba, en determinados casos, de forma parecida a como se pronuncia hoy la h aspirada inglesa”. Así, por ejemplo, prohibir se pronuncia como un diptongo: proi-bir, y no tiene sentido, pues, cuando aparece intercalada, separar la palabra en sílabas como si la h fuese otra consonante, ya que denota afectación: alhaja se pronuncia como a-la-ja.

Entonces, de acuerdo con lo dicho, se puede afirmar que la letra h no posee valor fonético en español, razón por la que, tradicionalmente, se considera una letra muda, un mero signo gráfico carente de valor fonológico, que, a veces, se utiliza en la escritura cuando se quiere representar una aspiración en el habla de alguna persona o personaje. “Esta aspiración aún se conserva como rasgo dialectal en Andalucía, Extremadura, Canarias y otras zonas de España y América. A veces, la aspiración llega casi a convertirse en el sonido velar fricativo sordo /j/, pronunciación que en algún caso tiene reflejo en la escritura; así ha ocurrido, por ejemplo, con el adjetivo jondo (‘hondo’, del lat. fundus), que se aplica al cante más genuinamente andaluz, caracterizado por su profundo sentimiento, o con el verbo jalar, variante de halar usada en varios países americanos, o con jolgorio, grafía hoy mayoritaria frente a la etimológica holgorio. En algunos extranjerismos usados corrientemente en español (tomados, por lo general, del inglés o del alemán, pero también de otras lenguas como el árabe), así como en algunos nombres propios extranjeros y sus derivados, la h se pronuncia también aspirada o con sonido cercano al de /j/: hámster, holding, hachís, Hawai (hawaiano), Hegel (hegeliano), etc.”. En la ortografía antigua no se empleaba, por lo que en textos de épocas pasadas no es extraño encontrar escrito ombre, onor, eredero, etcétera, que tenían H en latín. No obstante, después se volvió a utilizar la letra por imitación latina, y se sigue manteniendo todavía hoy es por recuerdo de la historia de la lengua.


Casos y cosas
Se escriben con h las palabras que la tenían en latín, como habitación, heredar, hernia, hispánico, hombre, horrible, etcétera, si bien algunas se escriben sin h a pesar de tenerla en latín, como aborrecer (abhorrere) e invierno (hibernu), entre otras.
Poseen una h inicial voces que en latín tenían una F-, como hacer, harina, herir, hijo, etcétera; lo que no significa que en español tengan h todas las palabras que tenían F- en latín, pues se conservó en algunas por diversos motivos, como en fama, fe, fiera, flor, fosa, fuego, fuga, etcétera.
También se escriben con h- las palabras que tenían en latín otra consonante inicial y que desapareció por cambios fonéticos, como helar (gelare), entre otras.

Existen palabras procedentes de otras lenguas en las que se emplea la h como señal de una aspiración originaria, como las voces que tenían aspiración fuerte en griego (hagiografía, halo, hecatombe, hedonismo, heleno, hematoma, hemisferio, hierático, historia, horóscopo, hipérbole, etcétera), o las que tenían aspiración en árabe (alhaja, halago, harén, hasta, hégira, etcétera) o hebreo (hitita, hosanna, etcétera).

Se escribe h en palabras que comienzan por el diptongo ue, aunque no hubiera consonante en latín, como en hueco, huérfano, hueso y huevo.

Igualmente, tienen h inicial las palabras que comienzan por los diptongos ia, ie y ui: hiato, hiedra, hiel, hiel, hiena, hierático, hierba, hierro, huir, etcétera. De esta manera, en las palabras que contienen los diptongos /ua/, /ue/, /ui/ en posición inicial o en posición interior a comienzo de sílaba, y que se escriben con h antepuesta (hua-, hue-, hui-), se suele pronunciar ante el diptongo un leve sonido consonántico cercano a una /g/: [guéso, guébo, pariguéla, desguésar] por hueso, huevo, parihuela, deshuesar. Esta pronunciación ha quedado, a veces, fijada en la escritura, y así, algunas palabras que comienzan por hua-, hue- o hui- pueden escribirse también con gua-, güe- y güi-, como huaca, huemul o huipil, escritas también guaca, güemul, güipil.

El grupo hi en posición inicial de palabra seguido de una e tónica se pronuncia normalmente como el sonido palatal sonoro /y/, salvo detrás de pausa o de palabra que termina en vocal, en que la pronunciación oscila entre [ié] y [yé]; así, es normal que palabras como hierro, hielo, hierba, hiedra se pronuncien [yérro, yélo, yérba, yédra]. También esta pronunciación se ha fijado en algún caso en la escritura, como ha ocurrido en hiedra y hierba, y en algunos derivados de esta última, que pueden escribirse también yedra, yerba, yerbajo, etcétera. Solo es posible escribir con y- estas dos palabras y sus derivados, mas no las demás que comienzan por hie-, ya que solo esas dos comenzaban en latín por H seguida de Ĕ, que diptongó en ie al pasar del latín al español. En el Río de la Plata, las formas hierba y yerba no son simples variantes gráficas, sino que denotan cosas distintas: mientras que hierba designa cualquier planta pequeña de tallo tierno, yerba designa solo la que se emplea para preparar el mate.

Se escriben con h todas las formas de los verbos haber y hacer.

Tienen h algunas interjecciones, como ¡ah!, ¡eh!, ¡oh!, etcétera.

En la actualidad, son muchas las palabras más o menos técnicas que se escriben con h-, ya que no son pocos los prefijos de origen culto que se emplean para la formación de esas voces: hagiografía, halógeno, hectómetro, heliocéntrico, hemiciclo, hepatitis, heptasílabo, heterónimo, hexágono, hidroavión, hipermetropía, hipnotismo, hipónimo, hipopótamo, histología, holografía, homónimo, etcétera.

El mantenimiento de la h en la escritura vale, también, para distinguir algunos homófonos: a/ha, alada/halada, atajo/hatajo, ojear/hojear, ola/hola, onda/honda, orca/horca, uno/huno, uso/huso, etcétera.

Pregunta de rigor
Entonces, ¿puede decirse que la h es muda, pero no cojuda, tal como amenamente lo sugirió una voz y espíritu amigo?

5 comentarios:

  1. Bueno, ajolote, te esmeraste, aunque hubo (con h) que esperar harto...

    gracias, hh

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  2. Bueno, es cierto. No obstante, lo más importante es lo que podamos hacer o mejorar a partir de hoy. ¡Gracias a ti!
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  3. aja, la "h" no es cojuda, pero se queda calladita y a veces uno no sabe ya ni para qué usarla.

    hh

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  4. claro, la idea era que si bien la "h" (que algunos pronuncian “hachi”...he ahi otro tema: el habla y la gramática) carece de sonido ahora –no antes, con los árabes- no carece de sentido gramatical y, por ende, social. Es decir, quien no la usa en la escritura puede quedar mal socialmente porque da a entender que tiene una educación ortográfica deficiente, ergo, se presta a discriminación, más aun en sociedades como la peruana que busca la sinrazón para discriminar al Otro diferente. PD: supe que la “h” es letra árabe. Por eso, cuando decimos “Hussein” se aspira la “h”. Aquí estamos hablando de la pronunciación y escritura arábiga o de la castellana simplemente?
    Juan O.

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  5. La "h" es la novena letra del abecedario español. "En algunos extranjerismos usados corrientemente en español (tomados, por lo general, del inglés o del alemán, pero también de otras lenguas como el árabe), así como en algunos nombres propios extranjeros y sus derivados, la "h" se pronuncia también aspirada o con sonido cercano al de /j/: "hámster", "holding", "hachís", "Hawai" ("hawaiano"), "Hegel" ("hegeliano"), etc.”.

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