La expresión “música clásica”, que se dice
que aparece por primera vez en 1836, en el Oxford
English Dictionary, se ha extendido en el sentido y uso popular, así como
en el medio escrito para hacer hace referencia a toda la música no popular que
ha sido compuesta desde el Barroco hasta el siglo XX. No obstante, esta
generalización, de música clásica por música culta, no resulta precisa, puesto
que la primera, en sentido estricto, es un tipo de música culta compuesta en el
periodo llamado “clásico”, que abarca desde mediados del siglo XVIII hasta
principios del XIX (1750-1820), periodo en el que destacaron, por ejemplo, Haydn, Mozart y el primer Beethoven. En ese sentido, la música culta, también
llamada “docta” o “académica”, engloba, además de la clásica, a la música
romántica o académica. No obstante, a este criterio, puede oponerse la
concepción de que toda música es producto de una cultura, esto es, de un conjunto de ideas, creencias religiosas,
ciencias, artes y costumbres que caracterizan el estado social de los pueblos.
Una característica especial
de la música culta es que da nacimiento, a posteriori, a una teoría y a una
escritura, y, gracias a esta última, las obras sobreviven a la muerte de los
compositores. Asimismo, se puede observar en esta la existencia de una escuela,
con maestro y discípulos, y, por lo tanto, puede considerarse como una música
de especialistas, no popular ni folclórica, además de que la estructura y
composición de esta música (de cierta complejidad en la notación e
instrumentación) la convierten en un arte de especialistas e imposible de
transmisión por vía oral. Por ello, sus creadores y ejecutantes deben estudiar
para aprender el manejo del lenguaje musical, bien
sea para escribir, componer o interpretar.
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