En relación con la nomenclatura gramatical de las vocales, conviene
traer a colación lo señalado por Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, en Gramática
castellana (1.er curso):
Los gramáticos suelen llamar a las vocales a, e, o fuertes,
plenas o llenas, y a la i y a la u débiles. También llaman a las
primeras más snoras y a las segundas menos sonoras. La clasificación de las
vocales se hace en la gramática para explicar la composición de los diptongos,
y es una necesidad gramatical. Sin embargo, los términos no son afortunados,
porque fuerte y sonora tienen en Fonética un significado técnico
muy distinto: cualquier vocal puede ser más fuerte que otra (por ejemplo, el
acento hace a la í de París más fuerte que la a), y todas
las vocales son igualmente sonoras, puesto que todas tienen vibraciones
laríngeas. Fuerte quiere decir acentuada.
Lo que las gramáticas indican con estos términos es, desde luego,
cosa distinta que la Fonética. La Fonética se refiere, con “abiertas y
cerradas”, a la constitución de las articulaciones; la gramática, con
“fuertes y débiles”, “plenas o sonoras”, a la impresión acústica, que no
se deja medir y caracterizar con tanta seguridad como el lado articulatorio.
Por eso los términos fuerte, débil, etc., son vagos y sin valor
científico. En cambio, la Fonética ha elegido para clasificar las vocales el
lado articulatorio, que es determinable a satisfacción, y, al establecer el
paralelo que existe entre la escala de abertura y la escala de perceptibilidad,
logra incluir en su clasificación de abiertas y cerradas los dos aspectos, el
articulatorio y el acústico. Conviene, pues, que los maestros hablen en estos
casos de vocales abiertas y cerradas, términos que tienen una significación
definida, y que abandonen los de fuertes y débiles, plenas, llenas o sonoras,
por su vaguedad y confusión.